NUESTRA MISIÓN

GLORIFICAR A DIOS

RELACIONANDONOS CON ÉL Y REPRESENTÁNDOLO A ÉL

¿CUÁL ES NUESTRA MISIÓN?

Fuimos creados para relacionarnos con él y para representar su Gloria donde estemos.

Nuestro gran objetivo como iglesia es glorificar a Dios viviendo el Gran Mandamiento (Relacionarnos con él) y la Gran Comisión (Representar su Gloria)

Esta misión o razón de ser está fundamentada en las palabras que Jesús expresó en Mateo 22:37-39 y en Mateo 28:19,20. Déjanos explicarte con mayor detalle qué queremos decir.

¿QUÉ SIGNIFICA GLORIFICAR A DIOS Y POR QUÉ ES NUESTRO OBJETIVO?

Creemos que la Biblia enseña que todos los seres humanos hemos sido creados y salvados para glorificar a Dios (Efesios 1:3-6). Dicho de una manera simple, glorificar quiere decir apreciar, atesorar y valorar quién es Dios. Es encontrar a Dios digno de nuestro amor.

Piensa en un paisaje bonito. Una montaña repleta de verdes árboles, preciosas flores, un apacible silencio y un indescriptible cielo azul. Encontrarte de repente con un paisaje semejante seguramente producirá asombro, aprecio y quizás, hasta un suave suspiro lleno de placer. Encontrarte con Dios o “ver” a Dios, produce esta clase de respuestas. Conocer realmente el amor y la santidad de Dios no puede más que producir una respuesta aprecio y valor hacia él.

Como ha dicho el conocido teólogo Agustín: “Tú nos has hecho para ti y nuestro corazón sólo encuentra reposo cuando te encuentra a ti.” Dios nos ha diseñado para que encontremos sentido a nuestra vida cuando llegamos a apreciar en plenitud, lo maravilloso que es Él. Esto es glorificarle. Es tener los ojos del corazón abiertos para poder admirar todo lo bueno que Él es y todo lo bueno que Él ha hecho por nosotros, especialmente al hacerse hombre y morir por nosotros en una cruz. Éste es el paisaje más maravilloso y el más digno de ser admirado y meditado.

El resultado de apreciar y valorar quién es Dios y, en particular, lo que él ha hecho por nosotros en la cruz produce, por un lado, un profundo sentido gozo y de valor personal (¡El Dios del universo me ama a pesar de mis defectos y fue capaz de morir por mí!); y por el otro, un deseo igualmente profundo de querer contarle a otros de Él y servir desinteresadamente a la sociedad que nos rodea. Por eso, nuestra misión como iglesia se resume en vivir el Gran Mandamiento y la Gran Comisión.

¿CÓMO HACEMOS PARA GLORIFICAR A DIOS?

Como hemos mencionado antes, la respuesta a esta pregunta se revela claramente en nuestra declaración de misión: viviendo el Gran Mandamiento y la Gran Comisión.

Tomemos en primer lugar el Gran Mandamiento. ¿Por qué es tan esencial amar a Dios sobre todas las cosas? Piensa por un momento en el concepto de tentación. Por definición una tentación es algo que es (o por lo menos aparenta ser) atractivo, bonito y agradable. Como una tarta de chocolate. Por supuesto que no hay nada de malo con comer una rica tarta, sin embargo, para alguien que está a régimen o que es diabético, la tarta en su perdición.

Esta sencilla ilustración tiene mucho para enseñarnos acerca de la vida. Los seres humanos estamos constantemente tentados a encontrar placer en lugares equivocados. El famoso matemático y filósofo cristiano Blas Pascal dijo: “El ser humano se encuentra en una búsqueda incesante de llenar el agujero de su corazón con lo creado cuando sólo puede ser llenado por el Creador.”

Algunos buscamos llenar ese “agujero” con el dinero, otros con la fama y la belleza, otros con el sexo, otros con el éxito en el trabajo y la lista de alternativas verdaderamente no tiene fin. Ninguna de éstas y muchas otras cosas son malas en sí mismas, pero, como ha dicho acertadamente Pascal, son un reemplazo de Dios y nos dejan vacíos. Prometen darnos una vida plena, pero, aunque las obtengamos; terminan dejándonos internamente desilusionados y sedientos. Esto es lo que la Biblia llama idolatría. Llegar a amar algo (sea bueno o malo) más que a Dios. La Biblia afirma que éste es el pecado más profundo y más difícil de aceptar (Jeremías 2:9-13).

Todos hemos caído y seguimos cayendo en este “patrón de vida” que busca vida fuera de Dios. Aquí es donde entra en juego la gloria de Dios. Dios es tan bondadoso y nos ama tanto, que a pesar de nuestros constantes intentos de alejarnos de él, toma la iniciativa y busca reparar la relación (Juan 3:16). ¿Cómo? De la manera menos esperada. Haciéndose hombre en Cristo y dejándose clavar en una cruz por las mismas personas que lo han rechazado (Romanos 5:8).
Cuando llegamos a ver en plenitud el sacrificio de Dios y la invitación que él nos hace no podemos hacer otra cosa que quedar admirados y amarle con todo nuestro corazón; es decir, glorificarle. Escucha sus preciosas palabras en el libro de Isaías:

“Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia”. (Isaías 55:1,2)

Meditar en la cruz y en Su constante invitación a volvernos a Él, es lo que nos lleva a amarle con todo nuestro corazón. Y es también lo que nos transforma en personas que desean amar a otros (el segundo aspecto del Gran Mandamiento). Después de todo, al estar llenos del amor de Dios ¡Por primera vez realmente tenemos algo para dar!

Vivir la Gran Comisión también es un producto de admirar o glorificar a Dios y lo que Él ha hecho en Cristo. ¿Cómo dejaremos de decirle a otros lo que Él ha hecho y es capaz de hacer en sus vidas? ¿Cómo no darnos sacrificadamente por las necesidades de los demás cuando Dios ha sido tan desprendido con nosotros?